Un balance desalentador
RODRIGO ARAVENA GONZÁLEZ Economista Jefe, Banco de Chile
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Rodrigo Aravena
Sin duda, los temas económicos y políticos han estado crecientemente al centro del debate local. Ello no es de extrañar, ya que nuestro país ha enfrentado una combinación de shocks realmente inédita, que no formaban parte de los peores escenarios de riesgo. Vale la pena recordar que enfrentamos la peor recesión global del último siglo, cuyos efectos fueron amplificados por lo que probablemente fue la mayor crisis política en la historia reciente, que justamente se inició hace dos años. La conjunción de estos shocks desembocó en una serie de, tanto en el ámbito político como económico que hoy, lamentablemente, no nos permiten realizar un balance particularmente positivo de cara al futuro.
Si bien la pandemia impactó transversalmente los fundamentos macro de los países, es innegable que el deterioro relativo de nuestra economía ha sido mayor. El peso chileno, por ejemplo, ha presentado el peor desempeño global los últimos meses, la inflación ha tenido uno de los mayores aumentos en la región (luego de Brasil, entre países comparables), y el Banco Central ha sido uno de los que más ha aumentado la tasa de interés en el mundo. Esto, en un contexto donde la bolsa chilena es la de peor desempeño regional e incluso global. La lista es larga.
Esta situación no es casualidad ni mucho menos es atribuible a shocks externos, como fue el caso de las crisis en los últimos 40 años. Hoy resulta indiscutible que los factores locales han tenido un impacto de primer orden, donde, a grandes rasgos, Chile está dejando de ser aquel país que ostentaba una mayor estabilidad macro y políticas contracíclicas. Más allá de los lamentos y potenciales explicaciones que puedan surgir, es importante identificar y enfocarnos en aquellos factores gravitantes en este desenlace.
Uno de ellos es el desanclaje de la política fiscal. Además del aumento de la deuda, se debe prestar atención al aumento de ocho puntos del PIB en el tamaño de gobierno el último bienio (sobre el 1% promedio de países emergentes), debido a la fuerte respuesta fiscal de los últimos años. Insisto, más allá de la discusión sobre lo bueno y lo malo, lo importante es implementar un camino de consolidación fiscal que, en el mejor de los casos, se lograría con varios años consecutivos de esfuerzo.
Debemos considerar, además, los costos generados por cambios de estructura en los mercados de capitales. Es indudable que los retiros de fondos previsionales han reducido el ahorro y con ello la profundidad del mercado de largo plazo. La evidencia muestra, irrefutablemente, que un mercado desarrollado y buenas perspectivas macro son fundamentales para evitar salidas de capitales que finalmente deprecien la moneda, aumenten la inflación y reduzcan el crecimiento. Las tendencias observadas en Chile se podrían profundizar aún más si es que persisten medidas que afecten la disponibilidad de ahorro local.
No puedo finalizar sin mencionar la importancia de factores institucionales. Bien sabemos que la calidad de las instituciones, tanto por su capacidad técnica como por su independencia del ciclo político, son elementos determinantes en el desarrollo de los países. Este aspecto es especialmente relevante hoy, no sólo por el deterioro de los fundamentos, sino también por el cambio en el ciclo político y la discusión constitucional actualmente en curso. Sin duda que una adecuada consideración de estos factores nos permitirá reconstituir anhelados pilares de desarrollo.